Hay mucha diferencia entre ver un partido en el estadio y por la tele. El ambiente es genial; los ultras espolean al resto del estadio a animar; cada jugada, cada decisión arbitral es duramente juzgada por el público; y cada gol del Córdoba, sobradamente celebrado por todos, se acompaña con una euforia de la que se contagia hasta el más pagano. Y, claro está, también me han ocurrido cosas como que en el primer gol, del Nástic, me he quedado un poco pillao mientras mi subconsciente esperaba una repetición, o incluso el nombre del jugador sobreimpreso.
A mi lado he tenido a un padre con su niño pequeño, que no sabía mucho de fútbol, y le hacía toda clase de preguntas divertidas como:
- Papá, ¿qué pasa cuando el árbitro saca una tarjeta roja?O cuando el público gritaba a coro un insulto (ese de las madres, que tanto gusta) hacia el árbitro, el niño sonreía como pensando "Estoy escuchando una cosa prohibida.", mientras que el padre le contaba que eso no estaba bien decirlo, pero que en los partidos la gente se volvía un poco salvaje.
- Pues que echan a un jugador.
- ¿Y si el jugador no quiere irse?
- Pues (...) viene la policía a llevárselo.
Os dejo con un pequeño vídeo grabado in situ. Podéis ver que el estadio esta casi al completo. Los más avispados incluso podréis intuir el himno.
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